El siglo XX fue testigo de transformaciones significativas en el panorama global, y México no fue la excepción. La participación del país en la Segunda Guerra Mundial marcó un hito en su historia, no solo por las implicaciones bélicas, sino también por las profundas repercusiones sociales, políticas y económicas que desencadenó. Comprender el contexto que llevó a México a tomar la decisión de involucrarse en el conflicto es esencial para apreciar las dinámicas que se desarrollaron tanto en su interior como en el ámbito internacional.
A medida que el mundo se sumía en la contienda, la nación se encontraba en una encrucijada. Las tensiones políticas y sociales que habían caracterizado a México en años anteriores jugaron un papel crucial en la formación de su postura frente a la guerra. Las relaciones internacionales, especialmente con Estados Unidos, se convirtieron en un factor determinante que influiría en la dirección de su política exterior y su papel en la coalición aliada.
La declaración de guerra no solo fue una decisión estratégica, sino también un reflejo de la voluntad de un país que buscaba reafirmar su identidad en un contexto global cambiante. A través de sus contribuciones en el campo militar y su participación activa en la diplomacia internacional, México se posicionó como un actor relevante en el escenario mundial, lo que trajo consigo una serie de consecuencias que transformarían su tejido social y político por décadas. Este análisis se adentrará en esos momentos cruciales, revelando cómo la historia reciente de México se entrelaza con los acontecimientos de la guerra y las lecciones que se extraen de ellos.
Antes de 1942, México estaba atravesando un periodo de transición y cambio tras la Revolución Mexicana, que tuvo lugar entre 1910 y 1920. Este conflicto armado no solo buscaba la reforma agraria y la mejora de las condiciones laborales, sino que también fue un movimiento de liberación social que redefinió las estructuras de poder en el país. La lucha dejó profundas cicatrices y un legado de inestabilidad que se manifestaba en la continua agitación política y social. La década de 1930 fue clave, ya que el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940) implementó una serie de reformas significativas, como la expropiación petrolera en 1938, que buscaba fortalecer la soberanía económica de México y reducir la influencia extranjera.
La situación social estaba marcada por la pobreza y la desigualdad. A pesar de los esfuerzos del gobierno por implementar políticas de bienestar, gran parte de la población rural seguía en condiciones de subsistencia. Los movimientos agrarios y laborales eran comunes, y la clase trabajadora exigía mejores salarios y condiciones de vida. Estos factores contribuyeron a un ambiente de tensión y descontento que podía ser aprovechado por diferentes grupos políticos. La política mexicana en este periodo estuvo caracterizada por la consolidación del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que, aunque buscaba la estabilidad, a menudo recurría a la represión de la oposición política.
En el ámbito internacional, México mantenía una postura de neutralidad durante la mayor parte de la década de 1930. Sin embargo, las tensiones globales comenzaban a afectar al país. La llegada de Adolf Hitler al poder en Alemania y el auge de regímenes totalitarios en Europa llevaron a un cambio en las dinámicas internacionales. Aunque México no estaba involucrado en la guerra, sus relaciones con Estados Unidos se intensificaron, especialmente en el contexto de la política de "buena vecindad" promovida por el presidente Franklin D. Roosevelt. Esta política buscaba fortalecer los lazos económicos y políticos con América Latina, y México se benefició de ello a través de inversiones y apoyo técnico.
A nivel regional, México también enfrentó la presión de la influencia estadounidense en América Latina. La intervención de Estados Unidos en los asuntos de países vecinos, como Cuba y Nicaragua, generaba desconfianza en algunos sectores de la sociedad mexicana. A pesar de esto, las relaciones con Estados Unidos eran fundamentales para México, tanto desde el punto de vista económico como en términos de seguridad. El comercio bilateral se incrementó, y las inversiones estadounidenses en la industria mexicana comenzaron a crecer, sentando las bases para una relación más estrecha que se consolidaría durante la Segunda Guerra Mundial.
En este contexto, la política exterior de México se centró en mantener su soberanía y en establecer una postura de defensa ante las amenazas externas, mientras que simultáneamente se buscaban beneficios económicos de la relación con Estados Unidos. La diplomacia mexicana se caracterizó por un enfoque pragmático, buscando equilibrio entre la independencia nacional y la cooperación internacional.
La participación de México en la Segunda Guerra Mundial, específicamente su declaración de guerra, marcó un hito en la historia de la nación. Este acontecimiento no solo tuvo implicaciones militares, sino que también afectó la política interna, la economía y las relaciones internacionales del país. Para comprender la magnitud de este evento, es crucial analizar los motivos detrás de la decisión de declarar la guerra y las reacciones tanto a nivel nacional como internacional.
La decisión de México de declarar la guerra a las potencias del Eje, específicamente a Alemania y Japón, fue resultado de una serie de factores que se entrelazaron en el tiempo. Uno de los motivos más significativos fue el ataque a los buques mexicanos Potrero del Llano y Faja de Oro en 1942 por submarinos alemanes. Estos incidentes, que resultaron en la pérdida de vidas y bienes, provocaron un fuerte sentimiento de indignación nacional y llevaron al gobierno mexicano a considerar su posición en el conflicto global.
El gobierno, encabezado por el presidente Manuel Ávila Camacho, también buscaba reafirmar la soberanía y la dignidad de México en el contexto internacional. La presión de Estados Unidos, que necesitaba aliados en su lucha contra el Eje, también fue un factor determinante. La administración estadounidense, bajo el liderazgo de Franklin D. Roosevelt, esperaba que México se uniera a la guerra para fortalecer el frente aliado y contrarrestar la influencia del Eje en América Latina.
Además, la ideología de la Revolución Mexicana, que abogaba por la justicia social y la defensa de la soberanía, influyó profundamente en la decisión de participar en el conflicto. La participación en la guerra se enmarcó como una extensión de esta lucha por la justicia, y se presentó como una oportunidad para que México se posicionara como un actor relevante en el ámbito internacional.
La declaración de guerra de México no pasó desapercibida. A nivel nacional, la respuesta fue variada. Muchos sectores, incluidos militares, políticos y la población en general, apoyaron la decisión, considerándola una forma de demostrar lealtad a los aliados y un compromiso con la lucha contra el fascismo. Sin embargo, también hubo voces críticas que cuestionaron la necesidad de involucrarse en el conflicto, argumentando que México tenía problemas internos que requerían atención prioritaria.
Las reacciones internacionales fueron igualmente significativas. La declaración fue recibida con entusiasmo por parte de Estados Unidos y otros aliados, quienes vieron en México un socio estratégico en la lucha contra las potencias del Eje. La participación de México fue valorada no solo en términos de recursos humanos, sino también por su posición geográfica, que permitía el acceso a las rutas marítimas del Caribe y el Océano Pacífico.
Los aliados celebraron la decisión de México, y el gobierno estadounidense se comprometió a proporcionar apoyo logístico y militar. A nivel mundial, la participación de México se interpretó como un símbolo de unidad en la lucha contra el totalitarismo y una reafirmación de los principios democráticos.
Sin embargo, la decisión también trajo consigo una serie de desafíos y tensiones. En el interior de México, la movilización para la guerra exigió un esfuerzo significativo en términos de recursos y mano de obra. Esto generó tensiones entre diferentes sectores de la sociedad, que vieron la guerra como una distracción de los problemas sociales y económicos que enfrentaba el país. La oposición política se hizo eco de estos sentimientos, argumentando que la atención del gobierno estaba desviándose de las necesidades internas.
En el ámbito internacional, aunque la declaración de guerra consolidó las relaciones con Estados Unidos, también generó desconfianza entre algunos sectores que veían la influencia estadounidense como una amenaza a la soberanía nacional. La historia de intervenciones pasadas en México por parte de Estados Unidos hizo que algunos mexicanos cuestionaran la lealtad a su vecino del norte.
En resumen, la declaración de guerra de México en 1942 fue un acontecimiento crucial que marcó un antes y un después en la relación del país con el resto del mundo. Esta decisión fue impulsada por una combinación de factores internos y externos, y sus repercusiones resonaron en la política, la economía y la sociedad mexicana durante años posteriores.
La participación de México en la Segunda Guerra Mundial, aunque a menudo se pasa por alto, fue significativa y tuvo consecuencias duraderas en el ámbito militar, político y social. A partir de 1942, tras la declaración de guerra contra las Potencias del Eje, el país no solo se involucró en el conflicto a nivel diplomático, sino que también contribuyó con fuerzas militares que jugaron un papel importante en varios frentes de la guerra. Este desarrollo militar se materializó en dos áreas clave: la creación de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana y la participación en el frente del Pacífico.
La Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana (FAEM) fue una unidad militar creada específicamente para participar en la Segunda Guerra Mundial, y su formación representa un hito en la historia militar de México. En 1944, tras meses de preparación y entrenamiento en Estados Unidos, se envió a un grupo de aviadores mexicanos que se unieron a la campaña aérea aliada. Este cuerpo estaba compuesto por aproximadamente 300 hombres, muchos de los cuales eran jóvenes pilotos con un fuerte sentido del patriotismo y el deseo de contribuir a la causa aliada.
La FAEM fue entrenada en las instalaciones de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, donde los aviadores mexicanos aprendieron a volar aviones de combate como el P-47 Thunderbolt. Este modelo de avión era uno de los más avanzados de la época y estaba diseñado para misiones de combate y apoyo aéreo. La capacitación incluyó no solo el vuelo, sino también tácticas de combate, bombardeo y reconocimiento. Este conjunto de habilidades permitió a la FAEM operar de manera efectiva en el teatro de operaciones.
Una vez completado su entrenamiento, la FAEM fue asignada al 12º Grupo de Caza de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y se unió a las operaciones en el Teatro del Pacífico. Las misiones de la FAEM incluían escoltar bombarderos, realizar misiones de reconocimiento y atacar posiciones enemigas. Durante esta etapa de la guerra, la unidad participó en diversas batallas, incluida la defensa de las Filipinas y la campaña de Iwo Jima. Aunque la FAEM solo estuvo activa durante un corto período, su contribución fue significativa y demostró la capacidad de México para contribuir a esfuerzos militares más amplios.
La participación de México en el frente del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial se extendió más allá de la FAEM. México contribuyó con recursos y personal a las operaciones navales en este teatro de guerra. Las fuerzas armadas mexicanas jugaron un papel en la protección de las costas y en la defensa del territorio nacional, especialmente ante la amenaza de ataques por parte de submarinos alemanes y japoneses. Esto incluyó la vigilancia de los océanos Atlántico y Pacífico, así como el patrullaje de las aguas territoriales.
Uno de los momentos más notables de esta participación fue la creación de un escuadrón naval que se encargó de la protección de buques mercantes en el Océano Pacífico. Esto era crucial, ya que los submarinos alemanes estaban activos en aguas cercanas a la costa mexicana, atacando embarcaciones que transportaban suministros a los Aliados. La Armada Mexicana desempeñó un papel fundamental en la defensa de las rutas marítimas, asegurando que los convoyes pudieran navegar sin ser atacados.
Además, los soldados mexicanos participaron en misiones de inteligencia y reconocimiento, trabajando en estrecha colaboración con las fuerzas estadounidenses y otros aliados. Esta cooperación militar fue esencial para el éxito de las campañas contra las fuerzas del Eje y ayudó a fortalecer los lazos entre México y Estados Unidos, un aspecto clave que se reflejó en la postguerra.
Los esfuerzos militares de México durante la Segunda Guerra Mundial no solo fueron valorados por los Estados Unidos, sino que también tuvieron un impacto en la percepción internacional de México como una nación comprometida con la lucha contra el fascismo. La participación activa de México en el conflicto ayudó a cambiar la narrativa sobre el país en el ámbito internacional, mostrando que era capaz de contribuir significativamente a los esfuerzos bélicos.
A medida que la guerra avanzaba y se acercaba a su fin, la contribución militar de México se consolidó como un símbolo de la unidad y el patriotismo nacional. Las campañas aéreas y navales mexicanas se convirtieron en parte de la narrativa de la Segunda Guerra Mundial, y su legado perduró en la memoria colectiva del país.
En resumen, las contribuciones militares de México durante la Segunda Guerra Mundial, a través de la creación de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana y su participación activa en el frente del Pacífico, marcaron un punto de inflexión en la historia del país. Este compromiso no solo fortaleció las relaciones con Estados Unidos y otros aliados, sino que también sentó las bases para un nuevo papel de México en el escenario internacional en los años posteriores al conflicto.
La participación de México en la Segunda Guerra Mundial no solo se limitó a contribuciones militares, sino que también tuvo un impacto significativo en la diplomacia internacional. Este aspecto se manifiesta principalmente en sus relaciones con Estados Unidos y otros aliados, así como en las estrategias de cooperación y apoyo que se establecieron durante y después del conflicto. En este contexto, el papel de México se puede dividir en dos grandes áreas: las relaciones bilaterales con Estados Unidos y la participación en organismos internacionales.
Desde la Revolución Mexicana, las relaciones entre México y Estados Unidos han sido complejas, marcadas por tensiones y colaboraciones. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en esta relación. La declaración de guerra de México contra las Potencias del Eje en 1942 fue un acto que simbolizaba no solo su alineación con los Aliados, sino también el deseo de establecer un papel más protagónico en el escenario internacional.
El gobierno mexicano, bajo la presidencia de Manuel Ávila Camacho, buscó fortalecer la cooperación con Estados Unidos, considerando que el país del norte era su principal socio comercial y un aliado estratégico. Este acercamiento se evidenció a través de varios acuerdos económicos y militares. Uno de los más destacados fue el acuerdo de "Préstamo y Arriendo", que facilitó el envío de materias primas y productos agrícolas a Estados Unidos, contribuyendo a la economía de guerra estadounidense. En este sentido, México no solo se convirtió en un proveedor de recursos, sino que también buscó diversificar su economía y fomentar su industrialización.
Además, la colaboración se extendió al ámbito militar. La creación de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana (FAEM) simbolizó un hito en la cooperación militar entre ambos países. Esta unidad, que participó en combates en el Pacífico, fue un claro ejemplo del compromiso de México con la causa aliada y de la voluntad de colaborar con Estados Unidos en la defensa de la democracia y la libertad en el mundo. La FAEM no solo representó un esfuerzo militar, sino que también fue un símbolo de la fraternidad entre México y Estados Unidos, contribuyendo a mejorar la percepción de México en el panorama internacional.
La colaboración entre México y Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial fue más allá de lo militar y económico. Se implementaron diversas estrategias de cooperación que abarcaron áreas como la inteligencia, la educación y la cultura. En el ámbito de la inteligencia, ambos países compartieron información sobre las actividades del Eje, lo que permitió a México fortalecer sus capacidades defensivas y responder a posibles amenazas en su territorio.
En el sector educativo, se promovieron intercambios culturales y académicos que ayudaron a fomentar una mayor comprensión entre las sociedades mexicana y estadounidense. A través de becas, programas de intercambio y la participación en conferencias internacionales, se buscó crear un puente que facilitara la colaboración en diversas disciplinas, desde la ciencia hasta las artes.
Otro aspecto relevante fue la participación de México en organismos internacionales. Durante la guerra, México se unió a la Declaración de las Naciones Unidas en 1942, reafirmando su compromiso con los principios de paz y cooperación internacional. Este acto no solo consolidó la posición de México como un actor global, sino que también abrió la puerta a su participación en la creación de la Organización de las Naciones Unidas después del conflicto, marcando así un cambio significativo en su política exterior.
En este contexto, el gobierno mexicano también buscó posicionarse como un mediador en conflictos regionales y globales. A través de su participación en conferencias internacionales, México promovió la idea de la no intervención y el respeto a la autodeterminación de los pueblos, valores que se convirtieron en pilares de su política exterior en las décadas siguientes.
La diplomacia mexicana durante la Segunda Guerra Mundial no solo fue un reflejo de su alineación con los Aliados, sino que también sentó las bases para una política exterior más activa y comprometida en la posguerra. La experiencia adquirida durante el conflicto permitió a México jugar un papel más relevante en la política internacional, contribuyendo a la construcción de un orden mundial basado en la cooperación y el multilateralismo.
La participación de México en la Segunda Guerra Mundial tuvo un impacto duradero en su política exterior. Después del conflicto, el país buscó consolidarse como un actor relevante en la política internacional, aprovechando la buena voluntad generada durante la guerra. La experiencia adquirida en el ámbito diplomático permitió a México fortalecer su voz en foros internacionales y participar activamente en la creación de nuevos organismos, como la Organización de las Naciones Unidas.
En el ámbito regional, México adoptó una postura más proactiva en la promoción de la integración latinoamericana. La guerra había demostrado la importancia de la cooperación entre naciones, lo que llevó a México a impulsar iniciativas como la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948, que buscaba fomentar la paz y la seguridad en el continente americano.
Asimismo, la experiencia de la guerra llevó a México a replantear su política de relaciones exteriores, adoptando un enfoque más pragmático y menos ideológico. El país comenzó a establecer relaciones diplomáticas con naciones que anteriormente eran consideradas adversarias y a participar en iniciativas de desarrollo y cooperación que beneficiaran a otros países en vías de desarrollo.
En resumen, el papel de México en la diplomacia internacional durante la Segunda Guerra Mundial fue fundamental para la construcción de un nuevo orden global y sentó las bases para una política exterior más activa y comprometida en las décadas posteriores. A través de su participación en la guerra, México logró establecer relaciones más estrechas con Estados Unidos y otros aliados, así como promover valores de cooperación y paz que continúan siendo relevantes en la actualidad.
La participación de México en la Segunda Guerra Mundial marcó un hito en la historia del país, transformando no solo su política y economía, sino también la percepción internacional que se tenía de México. Este proceso no fue instantáneo, sino que fue el resultado de un complejo entramado de factores sociales, económicos y políticos que, tras el conflicto, llevaron a una serie de consecuencias significativas que moldearon el rumbo del país en las décadas siguientes.
La participación activa de México en la Segunda Guerra Mundial tuvo un profundo impacto en la estructura social y económica del país. Con el conflicto, el gobierno mexicano se vio obligado a movilizar recursos y a reorganizar su economía para satisfacer las demandas bélicas de sus aliados, especialmente de Estados Unidos. Este esfuerzo de guerra llevó a la implementación de políticas que fomentaron la industrialización, lo que a su vez resultó en un aumento de la producción y la creación de empleo.
Durante la guerra, la economía mexicana experimentó un crecimiento notable. La inversión estadounidense en México se intensificó, especialmente en sectores como la minería, la construcción y la manufactura. Esto se tradujo en la modernización de la infraestructura del país y en una mayor integración de México en el sistema económico global. La llegada de trabajadores estadounidenses y el establecimiento de empresas también contribuyeron a transformar la dinámica laboral en el país.
Sin embargo, este crecimiento económico no estuvo exento de desafíos. La rápida industrialización generó tensiones sociales, especialmente en las áreas urbanas, donde la migración de trabajadores rurales a las ciudades aumentó exponencialmente. Esta urbanización descontrolada dio lugar a problemas como la escasez de vivienda y servicios públicos, lo que provocó tensiones sociales que se manifestaron en movimientos laborales y demandas por mejores condiciones de vida.
Adicionalmente, el esfuerzo bélico llevó a un cambio en la estructura de clase en México. Las mujeres, que tradicionalmente habían estado relegadas a roles domésticos, comenzaron a ocupar puestos en fábricas y en la economía formal debido a la escasez de mano de obra masculina. Este cambio social sentó las bases para una mayor participación de las mujeres en la vida económica y política del país en los años posteriores.
La participación de México en la Segunda Guerra Mundial también influyó profundamente en su política interna. La experiencia de colaborar con potencias aliadas como Estados Unidos y el Reino Unido generó un sentido de nacionalismo y de orgullo entre los mexicanos. Este fenómeno se reflejó en el fortalecimiento del gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho, quien logró consolidar su poder y establecer un régimen que promovía la unidad nacional en tiempos de conflicto.
En el ámbito externo, la relación entre México y Estados Unidos se transformó de manera significativa. La colaboración durante la guerra facilitó un acercamiento que se tradujo en tratados y acuerdos bilaterales en áreas como comercio y seguridad. La creación de la Comisión México-Estados Unidos fue un ejemplo de los esfuerzos por fortalecer los lazos entre ambos países, lo que a su vez ayudó a México a posicionarse en la arena internacional de manera más efectiva.
Sin embargo, la participación de México en la guerra también expuso tensiones en la relación con Estados Unidos. La dependencia económica que se desarrolló durante el conflicto llevó a críticas dentro de México sobre la influencia estadounidense en su política y economía. A pesar de los beneficios que trajo la relación, muchos mexicanos se preocupaban por la pérdida de soberanía y el riesgo de convertirse en un país subordinado a intereses norteamericanos.
El contexto de la guerra también propició un cambio en la política exterior mexicana. Antes del conflicto, México había mantenido una postura de neutralidad en asuntos internacionales. Sin embargo, tras la guerra, el país adoptó un enfoque más proactivo en asuntos internacionales, buscando comprometerse en organizaciones multilaterales y participar en la creación de instituciones como las Naciones Unidas.
Este cambio de rumbo fue significativo, ya que permitió a México jugar un papel en la promoción de la paz y la estabilidad en la región. La participación activa de México en foros internacionales también ayudó a elevar su perfil entre las naciones de América Latina y más allá, permitiéndole abogar por temas como la descolonización y los derechos humanos en el contexto de la Guerra Fría.
La influencia de la Segunda Guerra Mundial también se sintió en el ámbito cultural y social. La experiencia del conflicto llevó a un despertar de la identidad nacional, que se reflejó en el arte, la literatura y el cine. Los temas del patriotismo y la unidad nacional se convirtieron en elementos centrales de la cultura popular, y muchos artistas y escritores se sintieron inspirados por el esfuerzo bélico y sus implicaciones en la sociedad mexicana.
La guerra también trajo consigo un cambio en la percepción de México en el mundo. A medida que el país se unía a la lucha contra el fascismo, fue visto por muchos como un aliado estratégico en la lucha por la democracia y los derechos humanos. Esta nueva imagen ayudó a México a atraer turistas y a fomentar el intercambio cultural, lo que enriqueció aún más su identidad nacional.
A pesar del crecimiento y los cambios positivos que trajo la participación en la guerra, México también enfrentó una serie de desafíos en la posguerra. La economía, aunque en auge durante el conflicto, comenzó a experimentar tensiones a medida que se ajustaba a una nueva realidad. La demanda de productos bélicos disminuyó, y muchas industrias que habían prosperado durante la guerra se encontraron en crisis.
Esto llevó a un aumento en el desempleo y a un descontento creciente entre la población. Las tensiones sociales, que habían estado latentes durante la guerra, emergieron de manera más prominente en la posguerra, dando lugar a huelgas y protestas que cuestionaban el modelo económico y político que se había establecido durante y después del conflicto.
Además, las expectativas de la población en cuanto a mejoras en la calidad de vida crecieron significativamente. Los ciudadanos demandaban acceso a servicios básicos, educación y mejores condiciones laborales, lo que resultó en la presión sobre el gobierno para implementar reformas que respondieran a estas demandas sociales.
En resumen, la participación de México en la Segunda Guerra Mundial tuvo consecuencias profundas y duraderas en el país. Desde transformaciones sociales y económicas hasta cambios en la política interna y externa, el conflicto dejó una huella que se puede observar en la historia contemporánea de México. La experiencia del esfuerzo bélico y la colaboración internacional no solo redefinieron la imagen de México en el mundo, sino que también sentaron las bases para un futuro en el que el país buscaría un papel más activo en la comunidad internacional.
La historia de México durante y después de la Segunda Guerra Mundial es un testimonio de cómo un país puede adaptarse y transformarse en respuesta a circunstancias globales, y su legado continúa influyendo en su desarrollo en el siglo XXI.
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