La Revolución Mexicana marcó un antes y un después en la historia política, social y económica de México. Dentro de este contexto, el periodo de Álvaro Obregón, que abarca de 1920 a 1924 como Presidente de la República, es de particular importancia para entender el rumbo que tomó la política mexicana durante el siglo XX y su influencia en la actualidad.

Álvaro Obregón asumió la presidencia en un momento crucial, cuando México aún se tambaleaba por los estragos de la Revolución. Su gobierno se caracterizó por significativos procesos de reconstrucción y reformas que buscaron estabilizar el país. Con su astucia política y mano dura, Obregón logró mantener un frágil equilibrio entre las múltiples fuerzas políticas y sociales que pugnaban por controlar el estado.

En primer lugar, Obregón implementó políticas agrarias que pretendían dar respuesta a una de las principales demandas de la Revolución: la redistribución de tierras. Esta acción no solo buscaba mejorar las condiciones de vida de los campesinos, sino también limitar el poder de los hacendados, quienes habían dominado el campo mexicano durante siglos. Aunque la implementación de estas reformas fue desigual y no siempre efectiva, sentó las bases para una política agraria que, con el tiempo, se convertiría en uno de los pilares del gobierno mexicano.

En el ámbito internacional, Obregón buscó con éxito el reconocimiento del gobierno estadounidense. Tras años de conflictos y tensiones, las negociaciones que llevó a cabo con la administración de Washington culminaron en el reconocimiento diplomático de su gobierno en 1923. Este evento fue un parteaguas en las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos, proporcionándole a su gobierno una legitimidad crucial en el plano internacional y un respiro económico gracias al flujo de inversiones extranjeras.

Además, la creación de instituciones gubernamentales durante su mandato es uno de los legados más destacados de Obregón. Específicamente, la implantación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) bajo la dirección de José Vasconcelos jugó un papel fundamental en la construcción de un sistema educativo nacional. Las campañas de alfabetización y la promoción de la educación rural ayudaron a reducir las tasas de analfabetismo y a integrar culturalmente a diversas regiones del país, impactando profundamente en la formación de una identidad nacional.

Obregón también estableció una relación estratégica con el ejército y consolidó su control sobre las fuerzas armadas, permitiendo una mayor estabilidad política. En lugar de desmantelar las facciones revolucionarias, las incorporó al régimen mediante concesiones políticas y económicas, dándole al ejército un papel protagónico en la vida política del país. Esta política de cooptación ayudó a prevenir insurrecciones y a mantener un orden relativo, pero también sentó las bases para el predominio militar en la política mexicana, un fenómeno que persistiría en los años subsecuentes.

Otro aspecto notable de su gobierno fue el manejo de la economía. Obregón impulsó la modernización y diversificación de la economía mexicana, apoyando tanto la agricultura como la industria. Sus esfuerzos incluyeron la mejora de la infraestructura, como el ferrocarril y las telecomunicaciones, y la promoción de políticas proteccionistas que incentivaron el desarrollo industrial. La recuperación económica, aunque desigual, permitió una mayor estabilidad y la entrada de capitales extranjeros.

El asesinato de Villa en 1923, que algunos atribuyen al gobierno de Obregón, eliminó una de las amenazas más significativas a su poder y refuerza su enfoque pragmático para mantener el control sobre las fuerzas revolucionarias. Este acto violento dejó claro que su administración no dudaría en recurrir a medidas extremas para garantizar la estabilidad y la continuidad del régimen.

Hacia el final de su mandato, Obregón orquestó una serie de reformas que llevaron a la promulgación de la Constitución de 1917, que reflejaba muchas de las demandas revolucionarias, y es considerada hasta el día de hoy una de las constituciones más avanzadas de su tiempo. La inclusión de derechos sociales, como el derecho al trabajo y a la educación, y la nacionalización de los recursos naturales, siguen siendo temas centrales en la política mexicana contemporánea y han influido en las políticas de gobiernos sucesivos.

Aunque Obregón no logró reelegirse debido a su asesinato en 1928, su influencia perdura en la estructura del sistema político mexicano, en donde las relaciones entre el gobierno, el ejército y la sociedad civil siguen siendo objeto de análisis y debate. La conformación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, precursor del Partido Revolucionario Institucional (PRI), es una consecuencia directa de las estrategias político-militares de su administración.

En la política contemporánea, el legado de Obregón se percibe en la tendencia a centralizar el poder y la capacidad del gobierno para negociar y cooptar a sus opositores. La concentración del poder ejecutivo en manos fuertes y la intervención del estado en la economía y la sociedad emanan de la era obregonista. También se ve en la dependencia continua de las fuerzas armadas como garantes de la estabilidad y unidad nacional.

En conclusión, la presidencia de Álvaro Obregón dejó una huella indeleble en la política mexicana actual a través de sus reformas agrarias, relaciones internacionales, educación, fortalecimiento del estado, manejo del ejército y la economía, y su influencia en la formación de las instituciones. Su legado es un espejo en el que la política contemporánea puede verse reflejada, mostrando ambos elementos de continuidad y cambio. En última instancia, entender el periodo de Álvaro Obregón es esencial para comprender los fundamentos de la política mexicana moderna y los desafíos que el país sigue enfrentando hoy en día.