El gobierno de Álvaro Obregón y la creación del Banco de México

El gobierno de Álvaro Obregón, que se extendió de 1920 a 1924, representa una de las etapas más cruciales en la historia contemporánea de México, tanto en términos de estabilidad política como de desarrollo económico. Después de una década de turbulencia revolucionaria que vio el ascenso y caída de distintos líderes, la administración de Obregón se enfocó en la restauración de un orden institucional y en la creación de mecanismos que sentaran las bases para un desarrollo económico sostenido. Uno de estos instrumentos fundamentales fue la fundación del Banco de México, una medida que simbolizaba el carácter modernizador de su gobierno.

Al asumir la presidencia el 1 de diciembre de 1920, Obregón heredó un país cuyos sistemas financieros y económicos estaban en descomposición. La Revolución Mexicana había devastado las infraestructuras y desestabilizado las instituciones bancarias, generando una inflación galopante y un desorden monetario. La existencia de diferentes tipos de papel moneda emitidos por diversos gobiernos y facciones revolucionarias exacerbaba la incertidumbre. En este entorno caótico, era necesario crear una institución financiera sólida y centralizada, encargada de restaurar la confianza en la moneda mexicana y de garantizar una política monetaria coherente y efectiva.

Para lograr este objetivo, Obregón emprendió la tarea de estabilizar la economía a través de una serie de reformas, entre las cuales se destacaba la fundación del Banco de México en 1925. Aunque la formalización de esta institución ocurrió después de que su mandato concluyera, el proceso de planificación y estructuración comenzó bajo su supervisión. Desde el inicio de su administración, Obregón comprendió que la credibilidad de una economía establecía los fundamentos del desarrollo, razón por la cual priorizó la creación de una banca central.

Uno de los problemas básicos que el gobierno debió afrontar fue la diversificación y confusión que reinaban en el terreno monetario. Durante los años revolucionarios, las fuerzas combatientes emitían su propio papel moneda sin respaldo alguno, lo que propició una devaluación significativa del circulante. Esto no solo afectó la vida cotidiana de los ciudadanos, sino que también minó la confianza en el sistema financiero del país. La creación de un banco central era vista como la única solución viable para unificar el sistema monetario y restaurar la confianza en la economía mexicana.

El proceso inicial para constituir el Banco de México involucró consultas con economistas nacionales e internacionales, quienes aportaron ideas y recomendaciones valiosas. El gobierno de Obregón investigó diversos modelos de banca central en otros países, como el Bank of England y la Reserva Federal de Estados Unidos, para construir un marco institucional sólido que pudiera adaptarse a las necesidades y particularidades del contexto mexicano. Fue así como surgió un plan detallado y viable, destinado a centralizar la emisión de moneda y consolidar un control efectivo sobre la política monetaria y cambiaria.

En paralelo, Obregón negoció con el sector financiero privado para asegurarse de que la transición hacia una banca centralizada fuese lo menos traumática posible. Era necesario unificar a los diversos actores financieros en un frente común que favoreciera la estabilidad y el crecimiento económico. A esto se sumó un esfuerzo por parte de las autoridades para educar a la población sobre la importancia y los beneficios de una banca central, buscando eliminar la desconfianza que existía hacia las instituciones financieras, profundamente arraigada tras años de abusos y fraudulencias durante la Revolución.

El Gobierno de Álvaro Obregón impulsó también la Ley sobre el Banco de México, la cual estableció las bases jurídicas y operativas de la institución. Esta ley otorgaba al Banco de México la facultad exclusiva de emitir moneda, supervisar la política monetaria y operar como prestamista de última instancia. Con estas atribuciones, se buscaba no solo estabilizar la economía a corto plazo, sino también proporcionar un instrumento eficiente para enfrentar futuras crisis financieras.

El periodo de estabilidad promovido por Obregón sentó precedentes importantes para su sucesor, Plutarco Elías Calles, quien finalmente inauguró el Banco de México el 1 de septiembre de 1925. La institución comenzó sus operaciones con una misión clara: garantizar la estabilidad de la moneda mexicana, regular el crédito y promover el crecimiento económico bajo condiciones ordenadas y predecibles. Aunque el banco inició formalmente después del mandato de Obregón, el diseño y las políticas que lo sustentaban fueron, sin duda, una herencia de su gobierno.

La creación del Banco de México marcó un hito en la historia económica del país, pues introdujo una estructura moderna que proveía un ancla institucional para la estabilidad financiera. Posteriormente, su existencia proporcionó un marco dentro del cual se pudieron implementar diversas políticas económicas orientadas al desarrollo. La mejora en la credibilidad del sistema financiero permitió no solo la atracción de inversión extranjera, sino también una recuperación gradual del crédito interno.

Mientras que Obregón impulsaba las reformas económicas, también debió lidiar con la consolidación del poder político y los retos que esto implicaba. Su administración se caracterizó por una pragmática negociación entre las diversas facciones revolucionarias y emergentes, y aunque el contexto político no siempre fue estable, logró unificar esfuerzos para llevar a cabo sus reformas. La creación del Banco de México puede entenderse entonces como parte de un proyecto más amplio de institucionalización del estado mexicano y de profesionalización de sus estructuras económicas y administrativas.

Finalmente, es crucial señalar que la creación del Banco de México fue también un acto de afirmación de la soberanía nacional. En un momento en que varias potencias extranjeras buscaban influir en la política interna del país, establecer un banco central robusto y autónomo simbolizaba la intención de México de controlar su propio destino económico. Este aspecto resulta fundamental para comprender el proyecto nacionalista que subyacía a las políticas de Obregón y sus sucesores inmediatos.

En resumen, el gobierno de Álvaro Obregón, mediante la creación del Banco de México, estableció las bases para un desarrollo económico ordenado y la estabilización de la moneda. Este proceso, si bien condicionado por el contexto político y social, mostró una visión modernizadora que trascendió su mandato inmediato y dejó un legado perdurable en la historia financiera del país. La fundación del banco central hoy es vista no solo como una medida económica, sino también como un pilar fundacional que contribuyó significativamente a la construcción del México contemporáneo.

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